viernes, 16 de julio de 2010

Las normas del buen serial killer

A estas alturas, estará el lector cuestionando seriamente mi primera afirmación en el sentido de que entendí que tenía el perfil perfecto de un asesino en serie. A juzgar por los pocos datos que he expuesto, no parece esa la realidad. Deja que me explique:

Yo no tenía motivo alguno para matar. Tampoco una personalidad sádica, ni deseos de dañar al prójimo. Eso es lo que me convierte en el perfecto asesino en serie, entendiendo que una de las finalidades últimas de quien decide asesinar es la de no ser descubierto. La mayoría de los asesinos en serie, sin embargo, fallan porque siguen pautas, o porque cometen errores de bulto. Reflexionando sobre todo ello, acordé analizar con cierto detalle qué es lo que alguien que decidiera convertirse en un serial killer jamás debería hacer, y elaboré una lista que reproduzco de memoria y explico con cierto pormenor:


1.- Nunca elijas a tus víctimas: Las víctimas deben ser fruto del azar. La elección de una víctima requiere, bien un conocimiento previo, bien un seguimiento.
2.- Nunca mantengas contacto con tus víctimas, ni antes ni después del crimen. En cuanto a la segunda parte del enunciado, jamás supuso un problema para mí. No tengo intención de mantener contacto alguno con un cadáver. La segunda parte es igualmente importante. No solamente se trata de no asesinar a un conocido, algo ya resuelto en el primer punto, sino de evitar todo tipo de contacto anterior al acto. Si no quieres que te mate, pregúntame la hora. Cualquier tipo de contacto previo puede generar testigos. Alguien que acuda a la policía diciendo: "la ví hablando con un chico alto, rubio, etc., etc."
3.- Nunca utilices el mismo sistema. Ese fue el error de David Berkowitz, conocido como "El Hijo de Sam". Asesinó a seis personas e hirió a siete en la década de los 70. Seguía a rajatabla las normas 1 y 2, pero se saltó la tercera. Utilizaba siempre el mismo método, tiroteando a sus víctimas con un arma del calibre 44. Aparte de ello, era un idiota que decía seguir órdenes de un demonio, encarnado en el perro de su vecino.
4.- Nunca guardes trofeos. Así caen la mayoría. Por algún motivo que a mí se me escapa, todos quieren tener un recuerdo. Joyas, documentación, miembros, cadáveres enteros, ojos conservados en formol, ropa, recortes de periódicos, fotografías... Harvey Mullan Glatman asesinó a tres chicas en 1957. Al cuarto intento fué sorprendido por una patrulla. Encontraron en su casa decenas de fotografías de sus víctimas, vivas y muertas. Otro imbécil. Como John Reginald Christie, quien asesinó a siete mujeres y guardaba los cadáveres en su casa.
5.- Nunca retes a la policía o a la prensa. Muchos son aficionados a ese juego que suele salir mal. Quizás lo hacen por emular a Jack el Destripador, no sé. El francés Marcel Petiot, tras una primera fuga, se dedicó a escribir cartas a un periódico, hasta que dieron con él. La policía, como se suele decir, no es tonta. Cada reto es una nueva prueba contra ti, y por otra parte, a nadie le gusta que traten de tomarle la medida.
6.- Nunca cometas otros delitos. De cajón. Si te sorprenden cometiendo un delito menor, como el simple robo de una cartera, un hábil interrogador puede hacer que te tambalees y acabes confesándolo todo.
7.- Nunca mates dos veces en la misma zona. Otro error habitual. La mayoría tienen una zona en la que se sienten seguros. Eso les lleva a volver una y otra vez, con lo que el cerco sobre ellos se va estrechando hasta que los cogen. Podríamos añadir a esta norma, o incluir como parte de ella, la siguiente: actúa siempre muy lejos de tu lugar habitual de residencia, a ser posible a cientos de kilómetros.
8.- Nunca busques un móvil. Enfermeras que matan a sus pacientes para que no sufran, homosexuales reprimidos que matan a otros homosexuales porque odian a los homosexuales, negros que matan a blancos porque los blancos son racistas... casi todos acaban cayendo al cuarto crimen.
9.- No te pasees por el lugar del crimen inmediatamente antes ni después de cometerlo. Tiene cierta relación con el punto 2.  El crimen ha de preparase con suficiente antelación y uno debe llegar, cometerlo y largarse.  Y eso incluye, sobre todo, no regresar al lugar, si puede ser, jamás.
10.- Nunca te jactes de lo que has hecho. Es obvio, pero son bastantes los que cometen esa estupidez. Se van a un bar, beben más de la cuenta, conocen a cualquiera y empiezan a largar.
11.- Nunca tengas cómplices. Actúa en solitario. Un cómplice puede quebrar cualquiera de las normas anteriores, puede delatarte, puede traicionarte, puede arrepentirse, puede fallar, puede aspirar al liderazgo, puede matarte.
12.- Nunca guardes pruebas. Lo mismo que con los trofeos. Deshazte siempre de las armas o cualquier otro elemento que hayas utilizado para cometer el asesinato.
13.- Nunca te confíes. Los hay que, tras dos o tres actuaciones, se sienten invulnerables y acaban yendo al lugar del crimen en su propio coche, o tomándose una caña en el bar de enfrente.
14.- Nunca llames la atención. No acudas a cometer tu asesinato con un jersey amarillo chillón y un sombrero mexicano.
15.- Nunca te deshagas de un cadáver. Si has cumplido todo lo anterior no será necesario.

Tras escribir la lista, la quemé. No necesitaba memorizarla, pues todas y cada una de las normas estaban suficientemente claras. Con el tiempo y la experiencia, y tras algún imprevisto, en alguna ocasión rompí alguna de esas normas, aunque jamás las más importantes.

No sé, quizás tenía demasiado tiempo libre. Pasaron varios meses hasta que me decidí a actuar. Pensé en algo fácil, muy fácil, y estuve dándole vueltas durante semanas, hasta que llegó el gran día.

2 comentarios:

Galizán dijo...

Ten boa pinta. Xa deixei unha mensaxe no outro blog. Haberá que seguilo tamén.

santano dijo...

Rodrigo, empiezas muy bien. Me estoy contagiando y tengo 3 crímenes planeados, espero que nadie me pille y si así fuera, definitivamente tendrás el honor de ser mi cómplice e instigador.